bienvenidos a "tudanca, motor de raza y sangre"

Esta raza toma el nombre de su cuna, el valle santanderino de Tudanca en los Montes Cantábricos. La clasificación oficial contempla a la Tudanca entre las razas de protección especial.

La historia recuerda la raza como destacado motor de sangre, de amplísima utilización sobre todo en el transporte de mercancías desde el interior hacia los puertos santanderinos exportadores.
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Por ello tuvo un pasado espléndido que la duró hasta la mecanización del transporte y del laboreo, acentuado con la entrada de razas foráneas en su medio y particularmente las de aptitud lechera.
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El resultado conjunto fue la drástica pérdida de efectivos, el desamparo y la desorientación.
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Terminó por refugiarse en los enclaves que hoy ocupa, cuya naturaleza montañosa y fuerte disgenesia ambiental hace difícil la explotación de otras razas para el aprovechamiento de los recursos pastables.
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Imperativos comerciales la dirigieron hacia la producción cárnica, si bien con serias limitaciones, pero trazabilidad altamente positiva como carne natural.

Pero la raza Tudanca tiene otra faceta histórica representada por el afecto popular, valor folclórico, mantenimiento de las tradiciones, identificación con su famoso pasado y, sobre todo, con la adhesión y entusiasmo de sus criadores.

En el año 1980 se crea la Asociación Nacional de Criadores de ganado vacuno selecto de raza Tudanca encargada de la selección y mejora genética, así como de la gestión del libro genealógico y de comprobación de rendimientos.

El encuadre etnológico general de los bovinos tudancos, es de tipo: ortoide, eumétrico con desviaciones hacia la elipometría suave, mesolínea, poca masa y buen hueso.
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Capa mixta conjugada de tonalidades diversas y terminología propia.

El conjunto corporal traduce una imagen de líneas abiertas y netas angulosidades, con predominio del tercio anterior.
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Son animales de carácter vivo, buenos andadores, de pisada firme y normalmente desenvuelta.

Rústico, sobrios, resistentes sobre todo a las penurias nutritivas invernales.
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Temperamentalmente de fuertes reacciones que se responsabilizan con el "genio de las tudancas" y en gran parte explican el alto aprecio como animales traccionadores.

Con algunas extrapolaciones puntuales, la raza Tudanca sigue fiel a su cuna, el Sur y Suroeste de Cantabria, donde ocupa las áreas montañosas en condiciones de explotación difícilmente soportables por otros vacunos.
El efectivo actual deducido es alrededor de las 10.000 cabezas y las cifras oficialmente controladas alcanzan 7.991 reproductoras inscritas en el libro genealógico.

La participación a las producciones bovinas de carne es discreta, sin embargo como ecofactor desarrolla un papel muy importante en el mantenimiento de la biodiversidad del medio y el aprovechamiento de los recursos pastables infrautilizados por el ganado lechero.



Como raza típicamente de montaña sigue régimen mixto de pastoreo y estabulación, cuyo calendario un tanto sujeto a la climatología es: de abril a octubre en cotas altas, de noviembre a marzo estabulación.
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La fase de pastoreo está organizada en "cabañas" (agrupaciones comunales o particulares) que ocupan las brañas en movimiento progresivo de alzada, al igual de cuanto ocurre en el descenso.
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Durante el periodo invernal el régimen nutritivo descansa en el suministro de heno de hierba casi en exclusiva.
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El proceso reproductivo es programado hacia paridera al final del invierno para que después la pareja madre-cría pueda disfrutar del mejor momento del brote herbáceo.

Según datos de la Asociación de Criadores la estructura media de las explotaciones es de 9,5 reproductoras.
La Asociación de Criadores, por medio del libro genealógico desarrolla la selección y promoción, caracterizadas más por el entusiasmo de los ganaderos que por los resultados económicos.
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No obstante la Tudanca es una de las razas más baratas de explotar y de mayores respuestas respecto al trabajo e inversiones.

Características:
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Cabeza:
en los animales machos es fuerte, bien proporcionada de porte distinguido, con tupé o moña poco poblada y de color oscuro, testuz poco prominente. En las hembras la cabeza es más larga y estrecha. Frente ancha, plana y subconcava (más estrecha en las hembras). Morro ancho de color pizarra y labios muy ostensibles, rodeados de una zona regular de pelo de color blanco-planta, que con la edad se oscurece. Orejas más bien pequeñas y muy móviles, ribeteadas de pelos largos de color amarillento mezclados con otros de color negro dirigidos hacia abajo y tapizando la entrada.
Cuernos de buen tamaño y sección ovoide, que naciendo en la línea de la nuca se dirigen hacia atrás y abajo, para cambiar luego hacia arriba y afuera; sufren varias torsiones (estornejado) para terminar en las hembras dirigidos hacia atrás. En los machos se dirigen hacia arriba y a fuera en forma de gancho.

Cuello: En los machos es corto, robusto, fuerte y bien unido al tronco; en las hembras es relativamente más largo y fino, ligeramente curvado (de ciervo) y algo despegado del tronco. Papada regularmente desarrollada, con muchos pliegues y de perfil discontinuo en los machos. Muy poco desarrollada en las hembras.
Cruz ancha y poco saliente, dorso amplio y largo, lomo no muy ancho pero musculoso. Pecho amplio y profundo.

Ubres: De base poco amplia y tamaño pequeño. bien adosada al vientre, bien conformada, recubierta de pelos largos y finos y piel despigmentada. Pezones simétricos, bien desarrollados y de color anaranjado, que contrasta con la pigmentación de la piel de la ubre.

Testículos y escroto: Normalmente desarrollados y simétricos. Escroto de color rosáceo y descendido con una mancha negra típica en su extremo inferior (cúpula).

Grupa: Derribada y en pupitre, larga y no muy ancha, angulosa, caída lateralmente (en tejado).

Cola: De nacimiento alto y delantero.
Corresponde a raza leonada, de mucosas negras y de cabos extremos también negros.

La capa del ganado tudanco presenta la coloración típica del animal salvaje. Está influenciada por varios factores que modifican sus tonos (edad, sexo, etc.), Existe un gran dimorfismo sexual. Los machos castrados pierden su color típico para tomar la capa de las hembras.

Coloración de las encornaduras y pezuñas: Cuernos blancos con puntas negras. Entre ambos cuernos tiene asiento la "moña", de cuyo colorido puede deducirse el color de la capa. Pezuñas negras y pizarrosas.

Piel: La piel es gruesa y fuerte, como corresponde a animales rústicos que viven la mayor parte del tiempo a la intemperie.

Pelo: El pelo es basto, largo y ordinario; más fino en las bragadas y axilas y periné.

Las estimaciones métricas medias de la raza, para los animales adultos, son en machos, 134 cm. de alzada a la cruz y 540 kg. de peso vivo; y en hembras, 131 cm. y 330 kg. respectivamente.

bienvenido a "agricultura y mujer, enlace sagrado"

La asimilación de la mujer a la tierra labrada aparece en muchas civilizaciones y se ha conservado en muchos de los folklores europeos.
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Desde el Neolítico, la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer son solidarias; en consecuencia, las mujeres se convierten en responsables de la abundancia de las cosechas, pues ellas son las que conocen el “misterio” de la creación.
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Con el inicio de la agricultura la mujer y la sacralidad femenina pasaron a un primer plano (que hasta entonces había detentado la sociedad masculina de cazadores).
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Teniendo en cuenta que las mujeres desempeñaron un cometido decisivo en la domesticación de las plantas, se convierten en propietarias de los campos cultivados con lo que su posición social se refuerza y se crean unas instituciones características, como por ejemplo, la matrilocación, por la que el marido queda obligado a vivir en la casa de su esposa.
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Estrabón dice que la agricultura de los cántabros estaba a cargo de las mujeres, de las que se contaba como un rasgo de su dureza que en ocasiones llegaban a parir en el campo en plena labor.
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Lo mismo refiere Clemente Alejandrino alabando la tenacidad y fortaleza de las mujeres hispanas: “ Sé también que la mayoría de las mujeres de Iberia hacen trabajo de hombres sin abandonar sus faenas aunque estén para dar a luz, incluso con frecuencia la mujer da a luz en medios del trabajo y tomando al hijo lo lleva a casa”.
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Esto era algo especialmente característico de las poblaciones septentrionales de la Península.
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De las mujeres galaicas Justino afirma que se ocupaban de las labores domésticas y del cultivo de los campos mientras los hombres se daban a la guerra y al pillaje.
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Lo mismo dice Silio Itálico. “todo el resto es tarea dejada a las mujeres: entregar las semillas al surco, hacer peso sobre el arado para voltear la tierra, serian signos de debilidad para los hombres: todo lo que no es la dura labor guerrera, es el oficio de la infatigable esposa del marido galaico”.
Los castros cántabros suelen estar emplazados en las alturas más inaccesibles. Según cree Caro Baroja, este tipo de hábitat solo preemitiría cultivar pequeñas parcelas en las inmediaciones del poblado y relaciona tal método de agricultura primitiva con el sistema de cultivo a base de azadas o aperos de labranza como las “layas” del norte de España (que sirven para remover la tierra). pero el arado también era conocido por estas gentes, como nos indican los ejemplares encontrados en Monte Bernorio y en Celada Marlantes, castro este último del que proceden además azadas y otros aperos agrícolas.
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En la cueva de Reyes (Matienzo) se ha encontrado recientemente un importante depósito que comprende varias hoces con mango, una azada, rejas de arado, escoplos y cuñas, que han sido fechadas en el edad de Hierro (II elevado a 618). Otro depósito de rejas de arado asociadas a una punta de lanza apareció en la cueva de Coventos (Val de Asón , Arredondo).
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En realidad aunque los cántabros eran un pueblo eminentemente ganadero, nada impedía que dispusiesen de algunos cultivos en las vegas o valles situados al pie de los castros.
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A este respecto, los útiles agrícolas encontrados en el interior de la cabaña circular de Monte Bernorio (reja de arado, abridor de caña, cortadera de paja), como ha señalado Magdalena Barril, suponen la constatación entre los cántabros de unas técnicas agrícolas desarrolladas en un momento anterior a la romanización en un área que hasta ahora era considerada marginal y pastoril.
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La abundante utilización ya desde la primera edad del Hierro de grandes vasijas de almacenaje de grano nos indica la importancia que la agricultura tuvo en la economía de las gentes prerromanas de Cantabria.
Estrabón señala que el clima frío de la costa cantábrica no permitía el cultivo de la vid, del olivo y de otras especies mediterráneas.
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Este clima atlántico de Cantabria tampoco era especialmente favorable para los cultivos de cereales (excepto en el sur de la región), pero tuvo que cultivarse la cebada, pues aunque Estrabón dice que los cántabros eran sobrios y sólo bebían agua, más adelante se refiere a la cerveza como una bebida habitual entre ellos ( el vino tenían que importarlo y era poco común consumiéndose rápidamente en los festines familiares).
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Según Plinio en Hispania la cerveza se llamaba “caelia o cered”. Los numantinos la harina de trigo y el fermento le daba un sabor áspero y un calor embriagador.
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Desconocemos sin
embargo, si los cántabros tenían hidromiel como los celtíberos, que la harina con la abundante miel que producía su territorio y con el vino que compraban a mercaderes.
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Aunque en el año 24 antes de Cristo los cántabros y los astures atrajeron a un emboscada a algunas fu
erzas del legado Lucius Aemilius haciéndole creer que iban a entregarles trigo y otros suministros para su ejército.
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No parece que los cántabros cultivasen mucho trigo, pues Estrabón dice lo siguiente: “ En las tres cuartas partes del año los montañeses no se nutren sino de bellotas, que secas y trituradas, se muelen para hacer pan, el cual puede guardarse durante mucho tiempo.
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Plinio asegura que era un sustituto de los cereales. Habiendo escasez de cereales se secan las bellotas, se las monda y se amasa la harina en forma de pan.
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Actualmente incluso en las hispanias, la bellota figura entre los postres. Tostada entre ceniza es mas dulce. Con esa molienda de la bellota y de los cereales hay que relacionar los abundantes molinos de mano de tipo barquiforme, que aparecen len los poblados cántabros.
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El territorio cántabro estaba en gran parte cubierto de encinas y robles, lo que permitía a las mujeres y a los niños una fácil y abundante recolección de estos y de otros productos del bosque, como las castañas, avellanas, etc…


Durante la conquista de Cantabria, esta falta de trigo obligó al ejército romano a tener que aprovisionarse por via marítima del de Aquitania. En cambio, los pueblos vecinos de los cántabros eran grandes productores de trigo especialmente los vacceos. A quienes se lo compraban los numantinos.
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Los territorios de los turmogos y autrigones también eran zonas productoras de trigo, lo que ha sido señalado por algunos autores para explicar las incursiones cántabras contra esos pueblos.

Una seria de textos mencionan la existencia de una especie de salvado o sémola llamada “cantabrum”, que servia tanto para rebozar algunos alimentos como para preparar una sopa y otros productos. Pelaron dice que era harina de semilla, es decir, cereal cántabro, un poco de heno, y e Teodoro Prisciano se refiere a esta harina cántabra con el término “pityrités “(cascara del grano molida).
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Por último queda por señalar un cierto aprovechamiento de los recursos pesqueros en las zonas costeras y de los ríos que nos indican la aparición de un anzuelo del castro de Caravia y un arponcito de Monte Bernorio. Del territorio costero astur se conocen otros arponcitos, además de concheros y ollas castreñas con restos de pescado.
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Los pueblos no tenían más que barcas de cuero para navegar por los estuarios y lagunas, pero ya usaban grandes canoas hechas de un tronco de árbol aunque su uso era aún raro.

En Galicia se utilizaban embarcaciones de mimbre revestidas de piezas de cuero cosidas, las cuales se utilizaban ya en la edad del bronce para internarse en el mar y realizar largas travesías….

Por lo comentado en estas líneas la agricultura en estas tierras era considerada también como un fruto sagrado que daba luz a través de la cosecha… y como vemos los historiadores romanos nos han dejado el sus escritos, evidentes ejemplos de la existencia de la agricultura y su enlace con “la mujer” mucho antes de ser “romanizados” estos pueblos del norte de Iberia.

bienvenidos a "raices de la arquitectura popular"


Cantabria posee una destacadísima arquitectura popular que varía enormemente de unas zonas a otras, de tal forma que nada tienen que ver las casas de los pueblecitos de montaña lebaniegos con las cabañas pasiegas o las casas de pescadores de la costa.

La arquitectura popular cántabra nos ofrece bellísimas estampas como las de las cabañas diseminadas por los montes del Pas con sus tejados de lastras, las casas de piedra de los pueblos serranos como Bárcena Mayor o Tudanca o las hileras de casas montañesas de Udías o Ruiloba.

Las casas campesinas más antiguas que se conocen en Cantabria son de fines de la Edad Media, debido a que anteriormente eran de madera.

Los escasos ejemplos que se conservan permiten precisar que tenían una sola planta, con cubierta a dos aguas y fachada en el hastial, presentando en consecuencia un gran fondo.

Generalmente estaban dotadas de una segunda planta bajo-cubierta.

En los vanos de estas casas los arcos apuntados suponen la morfología dominante.

Transcurrida la Edad Media, estos arcos dejaran paso a otros adintelados y de medio punto, si bien los cambios más destacados serán los que se produzcan en la estructura, cuando desde finales del siglo XV vaya desarrollándose la planta bajo-cubierta, convirtiéndose por último en una auténtica segunda planta, al mismo tiempo que en esta vivienda se perfila un soportal que tanta importancia adquiriría con el correr del tiempo.

Un nuevo tipo de vivienda campesina es el de la casa o cabaña pasiega, cuya zona de influencia se ensancha desde los Montes del Pas hasta los inmediatos valles de Ruesga y de Soba, de Toranzo, de Carriedo e, incluso, de Trasmiera.



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Cada casa dispone de varias de estas cabañas, tal y como son denominadas por los lugareños, de acuerdo con su peculiar régimen de vida basado en la transhumancia, siendo la más importante de todas ellas la situada en las bajuras, y conocida como cabaña vividora.

Es una casa de planta rectangular, con tejado a dos aguas y fachada en el hastial, lográndose el acceso a la misma a través de una escalera, cuyo patín recorre la fachada o alguno de los lados.

Cantabria es una tierra de larga tradición marinera.y por toda la costa de Trasmiera y lo que fue las "Asturias de Santillana", encontramos alineaciones de casas de pescadores, blanqueadas y con los balcones de madera pintados.

Otro aspecto característico en muchos pueblos cántabros es la alineación en hileras de las casas típicas, formando hermosísimos conjuntos, especialmente numerosos en la costa occidental, en municipios como Ruiloba y Udías.

Viajando por Cantabria encontraremos así mismo pueblos nobles, en otro tiempo solar de importantísimas familias.
En esas casas de piedra con sus imponentes escudos ha quedado grabada toda la historia.

A los tipos de la casa campesina citados hay que añadir el característico de los valles orientales, y particularmente de los de Guriezo y Trucíos, el cual deja entrever la profunda influencia del caserío vasco.
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La casa, de planta rectangular y con tejado a dos aguas, presenta fachada de amplio alero en el hastial, estando construida con entramado de madera y ladrillo.

Todo lo dicho hasta aquí se completa señalando que la casa campesina de Cantabria es generalmente disociada, de manera que la vivienda se completa con una serie de construcciones anexas, destinadas a la guarda de aperos, de grano y de forrajes, y al cobijo de alguna parte del ganado.

Históricamente, uno de los tipos de granero extendido por muchas partes de Cantabria ha sido el hórreo, cuya presencia sigue siendo significativa en los valles lebaniegos.

Es común que la casa campesina cuente con construcciones muy alejadas de la casa matriz, como son las cabañas, de planta rectangular y tejado a dos aguas, que el labriego posee en las áreas que circundan a los pueblos.
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Hay un tipo de cabaña, conocida con el nombre de invernal, característica de los valles altos occidentales, que se localiza al pie de los puertos, con fachada que puede estar situada en el hastial o en otro de los lados, pero que en todo caso tiene una planta baja destinada al cobijo del ganado y una planta superior para guarecer el heno.

En los altos puertos de la Cordillera, en el Occidente de Cantabria, se encuentra un tipo de construcción denominada chozo, cuya función básica es la de habitación, ya que el ganado permanece a la intemperie durante el estío.

Estos chozos, de pequeñas dimensiones, pueden ser de planta redonda o rectangular

En Liébana también encontramos bellísimos pueblos de montaña en todos los municipios.

El tradicional aislamiento de esta comarca ha propiciado que muchos de ellos se conserven perfectamente, gracias a lo cual Mogrovejo ( en Camaleño ) y Dobres y Cucayo ( en Vega de Liébana ) han sido declarados Conjuntos Históricos. En otro tiempo, abundaron los hórreos entre estas aldeas.

En las cuencas del Nansa y del Saja encontramos algunos de los pueblos serranos más típicos de Cantabria, varios de ellos declarados Conjunto Histórico por su magnífico estado de conservación. Tal es el caso de la aldea de Tudanca, asentada en la falda de una montaña, Carmona de Cabuérniga, con la célebre venta de Carmona o Bárcena Mayor ( en Los Tojos ), uno de los pueblos más hermosos de la región. En sus callejuelas empedradas parece que el tiempo se paró hace siglos.
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Muy buenas muestras de arquitectura popular podemos encontrar también en la cuenca del río Asón. Así, en el valle de Soba nos encontramos con un gran número de pequeños pueblecitos de gran encanto. Todavía parecen más hermosos cuando en invierno se cubren de nieve. La casa sobana posee un elemento exclusivo, el llamado patín, una escalera externa que sube hasta la vivienda ( dado que el piso inferior lo ocupa la cuadra ).

Poco a poco, a lo largo de los siglos XVI y XVII, a partir de este tipo de casa se irá configurando un modelo paradigmático de la arquitectura tradicional del campo de Cantabria, que adquiere toda su notoriedad a finales de este último siglo, cuando frague un modelo paradigmático de la arquitectura tradicional de la región que continúa siendo dominante en nuestros días.
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Se trata de una casa de planta rectangular, con cubierta a dos aguas y caballete paralelo a la fachada, la cual, orientada al mediodía o al saliente, se hallará preferentemente en uno de los lados mayores.

El balcón o solana, cubierto por un alero prolongado, se apoya en poderosos cortafuegos de sillería que enmarcan un soportal o estragal.

El balcón y el soportal se convertirán en espacios fundamentales de la casa campesina, tanto por su contribución a la realización de los quehaceres domésticos como por su función de canalización de la socialbilidad.

Este tipo de casa se presenta en nuestros días extendido por todas las tierras bajas y medias de la región, combinado en ocasiones con diversas variantes, entre las que destacan las casas abuhardilladas, las casas de balcón entre muros cortafuegos de ménsulas molduradas, las casas en las que el balcón se apoya sobre machones laterales y las casas de balcón volado.

En este último caso, el estragal desaparece, convirtiéndose el espacio que se halla bajo la balconada en un zaguán abierto.

En el siglo XIX se introdujo en el campo de Cantabria una novedad, compatible con todos los tipos anteriores, consistente en transformar las balconadas en galerías acristaladas, tomando como referencia los modelos imperantes en los espacios urbanos y semiurbanos.

En las tierras altas de la región se descubren otros tipos en los que se percibe la impronta de un medio y de unos materiales distintos, a los que no son ajenas las influencias meseteñas.

Así sucede con un tipo de casa, de pequeños vanos, extendido por los valles de Campoo y Calderredible, en el que sin perderse la función de las solanas y de los muros cortafuegos, ni de la sillería en las fachadas, se emplean los adobes y los entramados de madera.

En el caso de Liébana, la balconada pierde diafanidad, en beneficio a menudo de la vivienda con acceso a través de una escalera exterior o patín, siendo frecuente el empleo del ladrillo y de los adobes sin rebocar.

En Ampuero y Ramales , encontramos hermosas plazas y casas del siglo XIX con sus galerías acristaladas, construidos muchas veces por los indianos que regresaban de América con dinero.

Por éste motivo también las vemos en otros municipios de los que emigraron muchos cántabros, como es el caso de Ruesga y Arredondo.

Para concluir, tenemos que volver hacer mención a la más característica arquitectura popular cántabra que tradicionalmente se referencia con la montaña y es la cabaña pasiega que no es más que el fiel reflejo de lo que ha sido la adaptación del montañés a su medio de vida. .

Tiene unas características propias y únicas en el norte de España y es utilizada por el pasiego para acompañar a su ganado por los diferentes pastos ( la llamada "muda" ). De esta forma, durante el invierno, el pasiego va cambiando de cabaña. La estampa que ofrecen estas cabañas repartidas por las agrestes montañas resulta única... y de inigualable belleza.

bienvenidos a "simbiosis del color en otoño"

El otoño, un aperitivo al gélido invierno que convierte a Cantabria en una gran explosión de colores rojizos, anaranjados y amarillentos.
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Se trata de una de las estaciones más espectaculares de esta comunidad ya que la caída de las hojas envuelve los valles, montes y praderas en un auténtico paisaje de melancolía y calidez.

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La banda sonora de esta imagen de color otoñal, la ponen los campanos del ganado que desciende de los pastos de alta montaña y el sonido de la ancestral berrea, el ritual de apareamiento de los ciervos que viven entre esta exuberante naturaleza.
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Los Espacios Naturales de Cantabria, y más concretamente sus bosques, configuran en esta época una auténtica paleta de colores.

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Dentro de este abanico de unos 40 lugares se encuentran los maravillosos paisajes del Monte Hijedo, el Monte Corona o el Parque Natural Saja - Besaya.
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Los verdes y ocres en el Monte Hijedo, situado en el sur de Cantabria en la comarca de Campoo-Los Valles, es una gran masa boscosa, de las más extensas de Europa, que se extiende como una profunda mancha verde por una ondulada orografía y en su interior se esconden hermosos rincones y una centenaria reserva de tejos autóctonos.

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Es un lugar que calma el carácter de quien llega.
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El horizonte es verde y de relieves amables, y el paisaje -suavemente humanizado con pequeños pueblos- produce una sensación de melancolía, especialmente intensa si se visita en otoño.
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Junto al bosque se encuentran grandes extensiones de praderas en las que pastan libremente las yeguas y las vacas con sus crías.

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En otoño el Monte Hijedo se convierte en una gran pintura con fondos en tonos ocres y verdes, los que imprimen los robles, las hayas, los acebos, los helechos, los brezos y el árbol sagrado de los cántabros, el tejo.
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Para aquellos que quieran sentir toda esta naturaleza más de cerca, pueden alojarse en el Monasterio de Montesclaros, y desde allí preparar una excursión hasta el pantano del río Ebro serpenteando por las sendas boscosas del Monte Hijedo.

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Del ocre al rojo intenso en el Monte Corona, situado dentro de los límites del Parque Natural de Oyambre, muy cerca de la costa de Comillas y San Vicente de la Barquera, es un lugar perfecto para observar los contrastes del paisaje de Cantabria.
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De los verdes y ocres que nos encontrábamos en el interior del Monte Hijedo, en esta masa boscosa de Corona los ocres se envuelven en un estallido de colores rojizos.
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La panorámica otoñal del Monte Corona revela la intensidad de este paisaje caducifolio poblado de robles, fresnos, avellanos, acebos, arces y castaños.

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Y, precisamente, gracias a esta amplia variedad de especies la vista se conforma como una auténtica paleta de colores que podremos observar desde los miradores ubicados dentro del Monte.
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Todas las tonalidades del otoño en los bosques del Parque Natural Saja-BesayaEl extenso y espectacular Parque Natural Saja-Besaya tiene como principales formaciones las praderas y prados de siega, que se alternan con pastizales y matorrales de montaña y grandes extensiones de bosques de roble y haya.
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Con la llegada del otoño, en este paisaje se funden los verdes con los amarillos, ocres, rojos y toda la tonalidad otoñal de los tupidos bosques.
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Junto a los rojos de los robles y las hayas, aparece el verde intenso de los helechos, los ocres brezos.

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Paseando por los caminos y pistas del Saja-Nansa, no encontramos con magníficos robledales, formados por tres tipos de especies: el roble común o cajiga, el rebollo o el roble albar.
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Junto a ellos los castaños que en esta época ya tienen sus frutos maduros, fresnos, arces, tilos, acebos, manzanos y perales silvestres.

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En las zonas más altas, encontramos grandes manchas boscosas de hayas.
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Los inmensos hayedos, cuyo suelo cubierto por miles de hojas caducas tienen la textura de una gran alfombra mullida.
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Todo un espectáculo natural que se puede recorren en los municipios de Ucieda, Bárcena Mayor, Saja, Ruente, Rionansa…
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No os lo teneis que perder, es un sexto sentido el que existe excondido en estos bosques cántabros y el olor, el color, la textura, el aire, el agua, la tierra... todo es algo muy muy especial que hay que experimentar dejando tu huella en cada recodo. Animaros y planificar unas cuantas visitas.