bienvenido a "agricultura y mujer, enlace sagrado"

La asimilación de la mujer a la tierra labrada aparece en muchas civilizaciones y se ha conservado en muchos de los folklores europeos.
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Desde el Neolítico, la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer son solidarias; en consecuencia, las mujeres se convierten en responsables de la abundancia de las cosechas, pues ellas son las que conocen el “misterio” de la creación.
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Con el inicio de la agricultura la mujer y la sacralidad femenina pasaron a un primer plano (que hasta entonces había detentado la sociedad masculina de cazadores).
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Teniendo en cuenta que las mujeres desempeñaron un cometido decisivo en la domesticación de las plantas, se convierten en propietarias de los campos cultivados con lo que su posición social se refuerza y se crean unas instituciones características, como por ejemplo, la matrilocación, por la que el marido queda obligado a vivir en la casa de su esposa.
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Estrabón dice que la agricultura de los cántabros estaba a cargo de las mujeres, de las que se contaba como un rasgo de su dureza que en ocasiones llegaban a parir en el campo en plena labor.
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Lo mismo refiere Clemente Alejandrino alabando la tenacidad y fortaleza de las mujeres hispanas: “ Sé también que la mayoría de las mujeres de Iberia hacen trabajo de hombres sin abandonar sus faenas aunque estén para dar a luz, incluso con frecuencia la mujer da a luz en medios del trabajo y tomando al hijo lo lleva a casa”.
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Esto era algo especialmente característico de las poblaciones septentrionales de la Península.
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De las mujeres galaicas Justino afirma que se ocupaban de las labores domésticas y del cultivo de los campos mientras los hombres se daban a la guerra y al pillaje.
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Lo mismo dice Silio Itálico. “todo el resto es tarea dejada a las mujeres: entregar las semillas al surco, hacer peso sobre el arado para voltear la tierra, serian signos de debilidad para los hombres: todo lo que no es la dura labor guerrera, es el oficio de la infatigable esposa del marido galaico”.
Los castros cántabros suelen estar emplazados en las alturas más inaccesibles. Según cree Caro Baroja, este tipo de hábitat solo preemitiría cultivar pequeñas parcelas en las inmediaciones del poblado y relaciona tal método de agricultura primitiva con el sistema de cultivo a base de azadas o aperos de labranza como las “layas” del norte de España (que sirven para remover la tierra). pero el arado también era conocido por estas gentes, como nos indican los ejemplares encontrados en Monte Bernorio y en Celada Marlantes, castro este último del que proceden además azadas y otros aperos agrícolas.
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En la cueva de Reyes (Matienzo) se ha encontrado recientemente un importante depósito que comprende varias hoces con mango, una azada, rejas de arado, escoplos y cuñas, que han sido fechadas en el edad de Hierro (II elevado a 618). Otro depósito de rejas de arado asociadas a una punta de lanza apareció en la cueva de Coventos (Val de Asón , Arredondo).
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En realidad aunque los cántabros eran un pueblo eminentemente ganadero, nada impedía que dispusiesen de algunos cultivos en las vegas o valles situados al pie de los castros.
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A este respecto, los útiles agrícolas encontrados en el interior de la cabaña circular de Monte Bernorio (reja de arado, abridor de caña, cortadera de paja), como ha señalado Magdalena Barril, suponen la constatación entre los cántabros de unas técnicas agrícolas desarrolladas en un momento anterior a la romanización en un área que hasta ahora era considerada marginal y pastoril.
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La abundante utilización ya desde la primera edad del Hierro de grandes vasijas de almacenaje de grano nos indica la importancia que la agricultura tuvo en la economía de las gentes prerromanas de Cantabria.
Estrabón señala que el clima frío de la costa cantábrica no permitía el cultivo de la vid, del olivo y de otras especies mediterráneas.
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Este clima atlántico de Cantabria tampoco era especialmente favorable para los cultivos de cereales (excepto en el sur de la región), pero tuvo que cultivarse la cebada, pues aunque Estrabón dice que los cántabros eran sobrios y sólo bebían agua, más adelante se refiere a la cerveza como una bebida habitual entre ellos ( el vino tenían que importarlo y era poco común consumiéndose rápidamente en los festines familiares).
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Según Plinio en Hispania la cerveza se llamaba “caelia o cered”. Los numantinos la harina de trigo y el fermento le daba un sabor áspero y un calor embriagador.
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Desconocemos sin
embargo, si los cántabros tenían hidromiel como los celtíberos, que la harina con la abundante miel que producía su territorio y con el vino que compraban a mercaderes.
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Aunque en el año 24 antes de Cristo los cántabros y los astures atrajeron a un emboscada a algunas fu
erzas del legado Lucius Aemilius haciéndole creer que iban a entregarles trigo y otros suministros para su ejército.
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No parece que los cántabros cultivasen mucho trigo, pues Estrabón dice lo siguiente: “ En las tres cuartas partes del año los montañeses no se nutren sino de bellotas, que secas y trituradas, se muelen para hacer pan, el cual puede guardarse durante mucho tiempo.
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Plinio asegura que era un sustituto de los cereales. Habiendo escasez de cereales se secan las bellotas, se las monda y se amasa la harina en forma de pan.
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Actualmente incluso en las hispanias, la bellota figura entre los postres. Tostada entre ceniza es mas dulce. Con esa molienda de la bellota y de los cereales hay que relacionar los abundantes molinos de mano de tipo barquiforme, que aparecen len los poblados cántabros.
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El territorio cántabro estaba en gran parte cubierto de encinas y robles, lo que permitía a las mujeres y a los niños una fácil y abundante recolección de estos y de otros productos del bosque, como las castañas, avellanas, etc…


Durante la conquista de Cantabria, esta falta de trigo obligó al ejército romano a tener que aprovisionarse por via marítima del de Aquitania. En cambio, los pueblos vecinos de los cántabros eran grandes productores de trigo especialmente los vacceos. A quienes se lo compraban los numantinos.
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Los territorios de los turmogos y autrigones también eran zonas productoras de trigo, lo que ha sido señalado por algunos autores para explicar las incursiones cántabras contra esos pueblos.

Una seria de textos mencionan la existencia de una especie de salvado o sémola llamada “cantabrum”, que servia tanto para rebozar algunos alimentos como para preparar una sopa y otros productos. Pelaron dice que era harina de semilla, es decir, cereal cántabro, un poco de heno, y e Teodoro Prisciano se refiere a esta harina cántabra con el término “pityrités “(cascara del grano molida).
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Por último queda por señalar un cierto aprovechamiento de los recursos pesqueros en las zonas costeras y de los ríos que nos indican la aparición de un anzuelo del castro de Caravia y un arponcito de Monte Bernorio. Del territorio costero astur se conocen otros arponcitos, además de concheros y ollas castreñas con restos de pescado.
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Los pueblos no tenían más que barcas de cuero para navegar por los estuarios y lagunas, pero ya usaban grandes canoas hechas de un tronco de árbol aunque su uso era aún raro.

En Galicia se utilizaban embarcaciones de mimbre revestidas de piezas de cuero cosidas, las cuales se utilizaban ya en la edad del bronce para internarse en el mar y realizar largas travesías….

Por lo comentado en estas líneas la agricultura en estas tierras era considerada también como un fruto sagrado que daba luz a través de la cosecha… y como vemos los historiadores romanos nos han dejado el sus escritos, evidentes ejemplos de la existencia de la agricultura y su enlace con “la mujer” mucho antes de ser “romanizados” estos pueblos del norte de Iberia.

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