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Una riqueza tal de apariencias surge de la concentración, en territorio de poco más de cinco mil kilómetros cuadrados, de altas montañas, profundos valles y recortadas costas
frente al océano.
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Resulta tan imponente y sobrecogedora la Naturaleza en esta tierra que, a pesar de que sólo ocupa una escueta porción en el centro del Norte de España, ha dado nombre a lo dos accidentes geográficos que definen a la Península Ibérica: la Cordillera Cantábrica y el Mar Cantábrico.
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Territorio duro y bello, ha sido trabajado por el hombre durante cientos de miles de años, lo que no impide que siga siendo valiosa reserva de vegetación y fauna autóctona y salvaje.
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País del agua nube y del aguamar, en él la luz, viva o tamizada por infinitos celajes, pinta sobre rocas y peñas todos los verdes en increíble concierto.
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El viajero curioso, sensible y culto tiene ante sí en Cantabria la posibilidad de infinidad de alternativas, mediante las que
convertir la exploración de esta tierra en inolvidables experiencias personales.
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Podemos considerar el senderismo como la actividad de seguir a pie unas rutas previamente señalizadas con unas marcas convencionales internacionalmente aceptadas.
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Se diferencian senderos de Gran Recorrido (GR), con 6 o más etapas, y senderos de Pequeño Recorrido (PR), con menos de 6, habitualmente realizables en un día o fin de semana.
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Los senderos de gran recorrido se balizan con marcas blancas y rojas; los de pequeño recorrido con marcas blancas y amarillas.
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Todos estos senderos están sujetos a homologación por la FCM, que es la entidad responsable de la promoción del senderismo en Cantabria.
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Con independencia de ello, existen innumerables caminos y senderos sin señalizar que discurren por zonas de interés y pueden ser recorridos a pie, siendo otra forma de senderismo.
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Se contemplan algunas de estas rutas más frecuentadas, con el nombre de "Rutas Verdes" .
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A lo largo de la costa de Cantabria hay más de sesenta playas diferentes.
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Grandes, pequeñas, urbanas, agrestes, tranquilamente recogidas o abiertas al Mar Cantábrico, ...
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Todas de arena fina y blanca, todas de agua limpísima, ninguna indiferente.
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Cantabria se enfrenta con las aguas del océano desde la alta y accidentada plataforma de sus rasas litorales, hasta donde llegan las estribaciones de las montañas.
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Allí donde la roca resultó ser más blanda, logró el mar romper el frente pétreo, hasta el punto de provocar el derrumbe de enormes peñas y la segregación de promontorios y pequeñas islas.
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En aquellos lugares donde la tectónica y el trabajo de las olas se combinaron con el efecto de las turbulentas aguas de los ríos, la naturaleza construyó profundas rías y estuarios perfilados por marismas.
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Tan propicios resultaron esos lugares para sostener la vida humana, que buena parte de la población se concentró en su entorno, incidiendo más intensamente sobre él que sobre el resto del territorio.
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No obstante, aún subsisten en Cantabria rías, marismas, ensenadas y playas donde sigue siendo dueña la naturaleza, casi sin estorbos.
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Es tan fuerte y rotunda la presencia de lo natural en estas costas que, aún en las zonas donde más se concentra la presencia de los hombres y sus excesos, la belleza del paisaje se impone a los sentidos, tal como ocurre en torno a Castro Urdiales, Laredo, Santoña, Noja, la babía de Santander, Suances, Comillas o San Vicente de la Barquera
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